Ir al contenido principal

¡ DÍ CONMIGO QUE NO!

No, no, no, no, y no. Di conmigo que no. Hazme caso, ahora yo tengo la razón. Antes también. Pero hablamos de ahora, querida, querido" 

Hay personas, como yo, que nos encendemos cual volcán cuando vemos, vivimos, sentimos una injusticia.

Ni siquiera es necesario que sea yo la víctima. Sí, ha sido requisito, pilar, que haya sufrido muchas; tengo la piel tatuada con sus marcas desde que tengo uso de razón; como fundamental es haberlas superado mejor o peor. A revolcones, en silencio. Peleándome conta mí misma dentro de una piscina viscosa de bolas gigantes, a ciegas, sin saber donde estaba, solo sintiendo como quemaba esa especie de gelatina penetrante, maloliente y pegajosa de la piscina, mientras trataba de escapar.

Pues, ñoras, ñores, ¡he salido de la piscina ¡hasta con mejor color de cara! Más bronceadita y divina por dentro. Puedo explicar el largo camino, lo de los que siguieron a Moisés, es un paseo, al lado de mi desierto; pero pá qué. El caso es que estoy fuera. Y te digo: ¡NO!

No en neón, no en silencio, no en tu presencia y en tu ausencia; no porque no me da la gana, no porque he descubierto que me quiero una jartá; porque he conseguido saber que el felpudo ya solo es el que está a la puerta de casa. ¡Te juro por Dios que yo con ese cosa ya no comparto un solo gen!

De tal manera, que si vuelves a intentar pisarme vas a acabar diciendo conmigo que es imposible: no se puede, querida, querido, con quien nada tiene que perder salvo su paz, su vida y su alegría. No, no se puede. Llevaba años convencida de que el felpudo y yo compartíamos, nos ponemos en un noventa por ciento de los genes, pero hete aquí, que, evidentemente ¡NO! Di conmigo que no.

He callado hasta la lágrima solitaria que pesa toneladas, he callado cuando sabía que tu reías muy al margen de ello, y conociendo de mi estado. ¡NO!, no te importó, y yo me puse debajo para que tu continuases pisoteando mis venas, mi pulso, mis horas, mis desvelos, las noches sin dormir, y los días de vacío.

Ahora: ¡di conmigo que no! Que si aprietas, y pisas, muerdo, y te rompo en dos sin tocarte. Se impuso la inteligencia, el sentido común, la defensa propia, llámese equis, pero al cubo ¡al cubo!, o a ene, for example......Tú, tú, tú, tú, también tú me habéis robado tantas horas que ya os conozco. Era mecanismo básico de joder por joder, basado en mi silencio, y mi tendencia a la culpa, que creía innatas, y lo uno que retroalimentaba a lo otro, y lo otro que enredaba con vosotros: todos los feos, todos los malos que han salido indemnes de tan desagradable masacre.

Pero, ¡Ajay, colega! los que todavía tengo a tiro, decid conmigo ¡que no! Que esta que suscribe ya no cierra más la boquita, que acaba ahogándose literalmente, la criaturita; donde, evidentemente la criaturita soy YO. No tu yo. NO el yo que para ti de mi te has inventado. Jajajajajajaja, ¡di conmigo que ya no! Me he mirado al espejo y no estaba ninguno de vosotros ¡por fin! Estábamos mi honestidad y yo, pero ¡coño! con una escopeta de caza mayor cargada!

Ni se te ocurra volver a mentirme, ni se te ocurra volver a confundirme, alienarme, utilizarme, mal tratarme, burlarme, conformarme con promesas que explotan como el globo....¡que no!

¡Di conmigo que no! Que esta se ha revolcado por el miedo, la rabia, el dolor para salir ganando, y ¡oh, sorpresa ha salido a cazar mastodontes, pasados, presentes y por venir. Tenía razón el puñetero Carlitos, como siempre, y otros que también me explicaron de estas cosas, pero yo nada, hija de mi vida a seguir revolcándome en el lodo pestilente porque me habíais convencido demasiados que era LEY.

¡Y ocurrió!

 ¡Ocurrió que por fin de los porfines más estupendos del mundo te digo no, y no te va a salir gratis! Sorry, necesito invertir en mi, quitar las heridas de la quema.

He salido de la barbacoa, y vosotros ¡sí o sí! dejáis de darme vueltas en ella con las pinzas. por cierto, ¿sabes que duele una barbaridad?

Estáis despedidos, sin finiquito, ni derecho alguno a readmisión. Eso sí, todos tenéis invitación de plomo grabada para el cadalso. La pistola cargada, metralleta de precisión no va a fallar ni una sola bala. Dicen que soy inteligente vosotros no, claro, vosotros os habéis limitado, desde que tengo uso de razón a actuar desde, con contra desde hacia por, para, conta mi.

Pues ha llegado, ñoras ñores la mascletá, y ahora vamos a reírnos todos, yo más (qué gusto que ese vicio de vivir carcajadas me corre por mis venas morenas) sobre todo yo.

Todos, toditos, todos, ahora que llegué conocer de verdad de la buena la maldad que sí que existe, te lo juro por Snoopy, nos vamos de feria. Vosotros de peluches sintéticos ahora, y yo con los balines. ¿Qué te apuestas?

¡¡¡¡¡DÍ CONMIGO QUE SÍ!!!!


Comentarios

Entradas populares de este blog

Hombres de café con leche, ¿quíen dijo hombres?.

Puede ser un trauma, no les diría yo que no les falta razón, y sobretodo, les asiste el derecho a pensar con total libertad lo que les venga en gana, ¡faltaría más!. Bien, pues una vez marcada esta necesaria e insalvable distancia entre ustedes y yo, por aquello del respeto sumo, expongo mi teoría: "no me fío de los señores que toman café con leche por la tarde". Y si ese café, es descafeinado y contiene dosis de leche suficiente para convertirlo en una especie de brebaje infantil de consolación, pongo por caso, el señor que lo consume, queda drástica e inexorablemente eliminado de todas sus remotas posibilidades. No pretendo con mis palabras, así me asistiesen todos los cuerpos celestiales en tan horrenda empresa, convencer a ninguno de ustedes de nada. Mi humilde fórmula es tan certera y práctica para mí como poco pretenciosa. Me explico. Yo, que suelo ir de soltería en soltería con bastante asiduidad; yo, que no reparo en el tipo de hombre, sino en lo que cada uno d

Hoy, fecha tan señalada

Hoy, fecha tan señalada, felicito a España y a todas sus pilares. Me felicito, nos felicito también, por muchos de nuestros pilares. No nos olvidemos —que se nos va de la mente con muchas prisas— del sumo respeto y admiración que merecen estos. Lease tortilla de patatas, jamón de recebo o la misma sardina a la que, con toda su magna personalidad, no se le conoce un solo delirio de grandeza, oiga.  Costas, parajes y ciudades de quitar el hipo; libertades, licencias, excelencias y paciencias desconocida en otras latitudes.  Todo esto se nos va de la razón y los sentidos con una facilidad pasmosa. Es escuchar a un Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, a una rtal Susanita, o a tantos otros de la misma estirpe y pelaje —lo mismo me dan las siglas que los bautizan; me reitero: mismito pelaje—, y oye, que se te olvida hasta la madre que te parió.  Que yo sé que en esos momentos solo te acuerdas de las madres que los parieron a todos ellos, cosa muy normal, muy humana, por otra parte. Y, sin